Homenaje a Jesús Poveda

lunes, 30 de octubre de 2023

Josefina Fenoll. "Ramón Sijé. Memoria". Novia panadera

 

Artículo de Josefina Fenoll Felices, la novia de Ramón Sijé: Memoras

Yo empecé a tratar a Pepito Marín en abril de 1932, una tarde que fui, como de costumbre, a llevar los panecillos a su casa. Tocaba el picaporte, y por la forma de tocar, ya sabían que era yo. Ese día bajó él y me dijo: "Tengo interés en hablar contigo porque pienso escribir un artículo sobre tu hermano Carlos". Le contesté a todo lo que él quería saber. Escribió el artículo, y cuál no sería mi sorpresa, cuando lo leí, que decía muchas cosas bonitas para mí. Eso me halagó. Yo va sabía que él era un muchacho que prometía mucho, tenía fama de inteligente. Desde ese día ya hablamos diariamente, pues él calculaba la hora en que yo terminaba de hacer el reparto del pan y salía a mi encuentro. Me acompañaba hasta cerca de mi casa. Pero un día que un amigo v pretendiente mío (Pepín Cases) me estaba saludando, en esto se asoma Pepi­to Marín por una esquina, y él que ve eso, podríamos decir aquello de "trocose amor en locura", porque se abalanzó sobre el pobre Pepín, ajeno a lo que estaba pasando, y no sé cuántas cosas dijo: entre otras, que yo era su novia y que no me tenía que molestar para nada. Entonces fue cuando yo me enteré de que éramos novios.

Ese día, cuando nos despedimos, me dijo que le avisara a mi madre de que "mañana, a las siete de la tarde, voy a ir a hablar con ella", y así fue. Yo preparé el asunto para que lo recibiera.

Lo que más preocupó a mi madre fue que me tenía que retirar del repar­to de los panecillos por la calle, y me asignó otro trabajo. Pasé a despachar el pan de la tarde en el mostrador de la panadería. Así empezó nuestro no­viazgo formal.

Pepito venía siempre a hablar conmigo de siete a nueve de la noche. Algu­na vez, no siempre, venía Miguel con mi hermano Carlos y hablaban de litera­tura. Mi hermano y Miguel lo respetaban mucho, pero no había esas grandes reuniones de que se ha hablado. Él iba a estar con su novia y nada más.

Siempre me trató con mucho cariño, como si fuera una persona mayor, v sólo tenía siete meses más que yo. Nació el 16 de noviembre de 1913, y yo el 12 de junio de 1914. Para llamarme siempre me decía "Nena". Tenía muy buenos detalles para mí. Podría contar muchas anécdotas. Recuerdo una vez que tuve un resfrío y no pude bajar a hablar con él, entonces me mandó con una de mis hermanas un termómetro, porque él quería saber si yo tenía fiebre para mandarme a su médico, y mi madre y mis hermanos se reían de verlo tan nervioso; pero él iba dos o tres veces al día con el termómetro es la mano.

A veces tenía cosas de niño travieso, como lo de subir a San Miguel bajarse después por la sierra que daba atrás de la panadería de mi casa, y m* llamaba a gritos, y decía: "¡Nenaaa! ¡Te quiero!". Después venía a pregun­tarme si lo había oído bien.

Nunca frecuenté su casa siendo novia, y sí la frecuenté cuando él murió.

Sí, me comentaba todo, me leía lo que escribía, sobre todo por corregirse él mismo y tomar notas, pues yo entonces no estaba preparada para asimila toda esa literatura tan formidable. La dedicatoria "A J.E, por la presencia de su clavel, por la ausencia de su canario"', fue porque se me había muera un canario al que yo quería mucho, y me vio llorar. Se fue corriendo y me trajo un ramo de claveles...

¿Cómo era Pepito Marín? En un escrito que hizo su hermano Justina decía: "Físicamente, la naturaleza no le prodigó todos sus dones; pero espiritualmente, el Creador le hizo partícipe de sus dotes"'. Sí, efectivamente. Era menudo, medía 1,60, y no llegaba a los 50 kilos de peso: estrecho de pecho no pudo hacer el servicio militar; muy parco en el comer, nunca bebió bebidas alcohólicas ni fumó; muy sensible, demasiado. Nunca llevaba dinero, no 1 interesaba. Cuando necesitaba algo, se lo compraban en su casa. Tenía mucho sentido del humor. Le gustaba dar largos paseos cuando tenía tiempo… 

(Falta texto). (Tuve tres hijo y siete nietos). Fallecio en Cuernava, Mexico, en casa de su hija Marisa.



Texto de Josefina Fenoll Felices publicado en la revista Batarro (Almería), 5 de abril de 1984.

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