Homenaje a Jesús Poveda

sábado, 1 de septiembre de 2012

Carta abierta

Cuernavaca Morelos, México

Sábado 1 de Septiembre 2012


Amables lectores del Blog de Ramón Palmeral a quien agradezco de todo corazón el recordar a mi padre Jesús Poveda Mellado en el aniversario del centenario de su nacimiento (1912-2012), quiero también compartirles mediante esta carta abierta una que, a su vez, le escribo a mi padre años después de su muerte. Quiero compartirles el amor de una hija por un muy buen papá como lo fue el mío y a quien admiro y del que estoy orgullosa.

Su presencia me ha acompañado, desde su muerte en Murcia en agosto del 1998, algunas veces tan vívidamente que lo he visto ante mí, otras en sueños, y siempre en mi corazón.

Sé que desde donde está él sabrá que su hija le escribió una carta que viaja por el espacio, vía satelital, y que al compartírselas a ustedes quedará, espero, también en sus corazones como un homenaje que su amiga dedica a un padrísimo papá: el mío.

¡¿A qué padre no le encanta saber cuánto lo admira una hija?!

Por lo tanto sugiero que si el suyo aún está con vida aquí en este planeta ¡¡díganle cuánto le agradecen el esfuerzo, el trabajo, el tiempo que les dedicó y el amor que le tienen, ahorita!, yo lo hice algunas veces cuando él estaba aquí y antes de su muerte, cuando me habló por teléfono a Cuernavaca para despedirse de mí: iba al Hospital San Carlos, en Murcia, él sabía que pronto moriría; nuestras ultimas palabras fueron: -Te quiero mucho, papá. –Yo a ti también, hija.

Mi padre tenía 86 años y su voz se quebró de emoción cuando me lo decía… Su despedida fue para mí como si me dijera… -Te voy a extrañar mucho. Ya no pudo continuar hablando porque el llanto se lo impidió.

No hay palabras que alcancen para describir lo que ambos sentimos.

Espero, pues, que al compartirles estas emociones y pensamientos, hagan eco en sus corazones.


Marisa Poveda Fenoll

Carta a mi padre





Jesús Poveda (1912-1998):

Papá: te escribo esta carta para dejar patente por medio de la palabra escrita, y ahora por este medio cibernético que viaja a todo el mundo, cuánto te amo y te agradezco tus esfuerzos de siempre por tenernos bien, fuiste un padre muy bueno, generoso y muy alegre. Fuiste un muy buen papá, siempre, siempre. El amor que nos tenías era algo que no necesitaba explicaciones, lo sentíamos, todos.

Tu ejemplo me ha sido, sobretodo estos últimos años, de gran utilidad; tu vida de trabajo constante, de lucha diaria para vivir con dignidad y sobriedad, pero con el hedonismo propio de nuestros genes ibéricos, han sido los que me han ayudado a salir adelante en las buenas y en las malas épocas.

Gracias papá por tantos años de dedicación constante a nosotros, tu pequeña familia en México, en la América a la que llegaron tú y mamá después de la guerra civil española a trabajar y a levantar una familia en el exilio; un México que los recibió con los brazos abiertos, y les proporcionó todos los medios para vivir y al cual nos enseñaron a amar y admirar.

Me ensañaste a amar a los animales, a disfrutar de las buenas comidas y el buen vino, a vivir en una casa digna, sea una mansión o una casita, a cuidar de las plantas, a andar muy limpia y bien vestida, a sonreir; a admirar las obras de arte y los paisajes tan hermosos de México. Me transmitiste el amor por los libros y la lectura, por ti soy ratona de biblioteca. Me enseñaste a trabajar con ahínco, con dedicación y a vivir con dignidad.

Con tu ejemplo aprendí a superar las dificultades pequeñas y grandes; nunca te diste por vencido y, a mayor reto, mayor esfuerzo ponías.

-Yo me crezco al castigo -Me decías en broma cuando se presentaba algún problema y te abocabas a resolverlo tan rápido como siempre caminabas, a pasos cortos y veloces.

Gracias papá, por tu amor, por tus cuidados, gracias. Gracias por el amor a mamá, tu esposa, tu mujer, la mujer de tu vida a quien siempre viste muy hermosa y como ¡¡ la mejor cocinera del mundo!! Verlos unidos fue para mi un tesoro invaluable.

Conservo como la mejor herencia que me dejaste tus consejos:

El primero fue cuando yo tenía 3 años y mamá me había puesto mi vestido dominguero porque me iba contigo de paseo, pero al salir del piso que habitábamos me caí en la cubeta de agua sucia de la señora que trapeaba el pasillo, todo fue escuchar a mamá diciéndome: -¡¡¡Cuidado con la cubeta no te vayas a caer dentro!!!- y claro que del susto que me puso me caí. Mamá tuvo que volver a ponerme ropa limpia dentro de un escándalo mayúsculo que armó. Pero bueno, al fin logramos salir a la calle; tú me llevabas de la mano hacia el café en donde te reunías con tus amigos y te dije que nada más faltaba que me cayera encima una cubeta de agua sucia de una de las ventanas del edificio por el que pasábamos, a lo que me respondiste balanceando mi mano en la tuya:

-Eso no va ha pasar. Tú no seas tonta y disfruta.

Jamás olvidaré ese instante, me sentí la más feliz de las niñas que va de paseo con papá.

El segundo e inolvidable también fue cuando fuimos a España a visitarlos para que ustedes disfrutaran de mis hijas pequeñas; me invitaste al pub frente a su piso a tomar unas tapas, ahí me dijiste mientras mirabas a un par de señores que platicaban en una mesita lateral:

-Esos dos señores que ves ahí, el uno vive en un palacete y el otro es un albañil, después de las faenas del día nos reunimos a conversar, así es aquí, no olvides nunca que tú vales por ser tú y no por lo que tengas.

La velada antes de despedirnos de aquella nuestra primera visita a España, conversamos de tantas cosas, pero no olvidaré nunca tampoco que de pronto me dijiste mirándome a los ojos:

-Siempre vive con dignidad, sea en una mansión o en una casita. El dinero va y viene pero siempre hay que conservar la dignidad.

Lo que aprendí de ti papá en realidad fue sin palabras, fue viéndote cuando yo era niña cómo salías a trabajar tan guapo, con tu traje y corbata, impecable pulcrísimo; brillabas de limpio y olías a tu loción. Yo estaba orgullosa de ti, de papá, papá con su sonrisa simpática. Eras para mí el mejor amigo, alguien en quien confiaba plenamente. Papá que se crecía al castigo. Así yo, te salí una hija rebelde pero guerrera.

¡Cuánto añoro el tenerte aquí! Añoro nuestras conversaciones en tu piso de Torrevieja, eras un excelente narrador, también mamá, por medio de aquellas largas veladas fui conociendo más de sus vidas, de su infancia y juventud en España, de mis abuelos y tíos, de vuestras amistades y sus tertulias literarias en la panadería de mi abuela Montserrat, una gran mujer mi abuela ¡¡mucha abuela!! a quien no conocí pero a través de aquellas conversaciones fui haciéndolo.

¡Jesús Poveda, gracias papá por haber sido mí papá!

Vale

Tu hija que te ama

Marisa Poveda Fenoll

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